Jugar para una infancia resiliente

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Y llegó el confinamiento y con él cosas que no se pueden confinar.

No se puede confinar….

Nuestra preocupación por cómo se sienten niños y niñas ante esta novedosa situación.

Nuestra existencia, que se desarrolla ahora entre el tiempo regalado y la libertad coartada. Tiempo sin salir, necesidades insatisfechas, pero tiempo para estar en el hogar, jugar en presencia de papá y mamá, compartir con ellos y conectarse con uno mismo y en familia.

Las emociones, que se abren camino con fuerza para ser escuchadas. Estrés, irritabilidad, nerviosismo, tristeza y también el miedo acogen a la calma, la alegría, el bienestar de permanecer con los nuestros protegidos en nuestro nido.

La necesidad de acompañar a nuestros pequeños. Permitir más que nunca que afloren todas sus emociones, acogerlas y comprenderlas, transmitiéndoles seguridad y confianza, desde tu persona. Un ser con sus miedos y emociones brotando a borbotones qué también necesita ser sostenido y comprendido.

En esta tesitura, no para de resonar en mi cabeza esa capacidad que nos hace superar las situaciones más adversas que nos plantea el camino.

Hablo de resiliencia,
Y pienso en los niños y niñas otra vez
Y en su día a día, el cotidiano.

Porque, sí, vivimos una situación extremadamente excepcional que les va a requerir “una pizca extra” de resiliencia, pero, siento, que su día a día en un mundo lleno de prisas, de exigencias externas y demandas a veces demasiado potentes para ser soportadas por la infancia ya les exige bastante de esto.

La resiliencia no es necesaria excepcionalmente sino de manera cotidiana. Es una capacidad vital, un aprendizaje que se desarrolla en el tiempo.

¿Y cómo niños y niñas desarrollan esta capacidad? Entre otras muchas otras cosas, a través de lo que hacen naturalmente, jugar.

¿Qué hacemos como acompañantes respecto al juego? Facilitar el juego, siempre en libertad.

Permitir que sean niños y niñas quienes inicien su juego, que decidan cuándo, cómo, con qué, por cuánto tiempo y de qué manera quieren jugar. Enriquecerlo y facilitarlo, acompañándolo con nuestra presencia y disponibilidad.

El juego libre nos regala una infancia:

  • Que se quiere y se siente querida.
  • Segura de sí misma y en las relaciones con los demás.
  • Autónoma, capaz de autogobernarse.
  • Que se conoce, con sus limitaciones y capacidades.
  • Con iniciativa propia y capacidad para tomar decisiones.
  • Creativa, con un pensamiento flexible que ha sido construido mediante la acción.
  • Capaz de autorregular sus propias emociones y empatizar con las de los demás.
  • Sana, emocional y físicamente, con una personalidad equilibrada.

El juego libre nos regala una infancia resiliente.

Ser resiliente también es ser capaz de inyectar positividad en el mundo, y de eso la infancia tiene mucho que enseñarnos.

Os dejo el siguiente vídeo, nos hablan de positividad y nos regalan una poca para estos días:

 Be happy (Sé feliz)

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