Cuidar supone conocer muy bien a la criatura que tenemos ante nuestros ojos. Cuidarle significa conocer en profundidad cuáles son sus ritmos y necesidades individuales y atenderlas de manera sensible y ajustada.
Cuidar es hablar de cuidados cotidianos, aquellas atenciones corporales que requieren las criaturas tales como la comida, el sueño, el descanso, el cambio de pañal, la higiene o el vestido. Son experiencias íntimas del bebé con relación al propio cuerpo y al sentimiento de placer que le proporciona tener satisfechas estas necesidades fisiológicas.
Son los momentos que, junto con los momentos de actividad autónoma, irán configurando la vida cotidiana del bebé. Son momentos que no son banales, requieren ser tratados con esmero y ponerles especial valor por todas las implicaciones que tienen para el desarrollo.
Cuidar implica mucho más. Cuidar es también dar envoltura, sostén y protección a las necesidades emocionales del bebé. Acompañarlo, estar presente, acariciarle, cogerle en brazos, mirarle, hablarle y crear con él una relación basada en el respeto y la afectividad.
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Es en estos momentos cotidianos de cuidado donde el bebé se encuentra a sí mismo y también donde se encuentra de manera íntima con la persona que le cuida. Momentos para estar juntos y vincularnos, donde ambos podemos conectar con el otro y tejer una relación privilegiada de confianza, y seguridad.
Sentirse cuidado implica sentirse importante, valioso para la persona que te cuida y respetado por ella. Sentirse cuidado para el bebé implica tener la seguridad para expresarse, comunicarse, moverse, explorar el entorno y poder desarrollar su juego y actividad en libertad.
Sentirse cuidado es la base de la autonomía.
Que un bebé se sienta cuidado y viva estos momentos de cuidado como agradables va a depender de nuestra actitud y de nuestro profundo interés por el bienestar de ese bebé.
Ofrecer cuidados de calidad, ¿qué implica?
- Observar, mirar con atención al bebé. Sus gestos, su mirada, sus balbuceos, su postura, su estado de relajación o de tensión, sus movimientos, el llanto, la sonrisa, todas sus expresiones nos harán saber qué es lo que necesita. Descubrir sus necesidades y ritmos individuales nos permite organizar y asegurar las atenciones que requiere. Mirar al bebé es dedicarle una atención plena.
- Establecer con él un diálogo tónico-emocional adecuado. Nuestras manos, nuestra mirada, nuestra voz, nuestro cuerpo son elementos que cuidan. La manera en que tocamos, miramos, hablamos, cogemos, dejamos, movemos y trasladamos al bebé debe ser sensible. Todo el contacto corporal que establecemos con él en los momentos de cuidado debe estar impregnado de ternura y delicadeza, de movimientos suaves, sin cambios bruscos. Se trata de asegurar que los momentos de cuidado no resulten una experiencia desagradable.
- Anticipar y describir al bebé los cuidados que va a recibir, comunicarle lo que vamos a hacer y lo que está recibiendo sobre su cuerpo, lo que va a sentir y lo que puede que esté sintiendo sobre el mismo, es proporcionarle un marco de seguridad que le permita sentirse relajado. Es predisponerle para que actúe y participe en estos momentos de cuidado. Anticipar y describir es decirle que es importante, que se le tiene en consideración, que se le respeta. Es fundamental que el bebé durante los cuidados se viva respetado.
- Facilitar la cooperación y la colaboración es ir al encuentro del bebé, de sus gestos y manifestaciones, de sus movimientos. Se trata de ir haciendo la tarea juntos y que el bebé vaya formando cada vez más parte de esa tarea, es ir promoviendo la adquisición de autonomía. Los momentos de cuidado son momentos de aprendizaje mutuo. Nunca forzarlos, siempre respetar su propio deseo y voluntad.
- Dar tiempo para conectar, para que surja la complicidad y la confianza con la persona que le cuida. Tiempo para que el bebé pueda iniciar la participación en el momento de los cuidados, tiempo para que pueda actuar y manifestarse como ser activo. Tiempo referido al tiempo del bebé, al tiempo que marca su ritmo individual. Momentos de cuidado vividos sin prisas.
- Proporcionar espacios cuidados para cuidar. Los espacios específicos para los cuidados corporales como el cambio de pañal, el sueño, la alimentación, etc. deben ser seguros en sí mismos y estables para dar también seguridad. El espacio, en general, donde se desarrolla el bebé y donde transcurre su rutina cotidiana debe estar organizado y cuidado de tal manera que estos momentos sean facilitados y se vivan integrados en esa cotidianidad.
¿Qué aportan al bebé estos cuidados de calidad?
- Los cuidados son la base de la autoestima y de un desarrollo sano de la personalidad.
- Ayudan al bebé a percibirse como un ser capaz, competente, activo, con iniciativa y capacidad de tomar decisiones.
- Favorecen la autonomía y la adquisición progresiva del control en su autocuidado.
- Facilitan el conocimiento de sí mismo, de su cuerpo y la creación de la identidad.
- Facilitan un espacio para expresar y para crear relaciones afectivas sanas y equilibradas consigo mismo, con la persona que le cuida y con los demás.
- Proporcionan seguridad emocional para ser y estar en el mundo.
“El bienestar del niño depende en gran medida de la manera como le toca y le coge el adulto. En darle tiempo, respetándole el que necesita para participar, responder y actuar. Su tiempo, el tiempo del niño que es distinto al tiempo de los adultos. Que las atenciones que recibe el niño sean de buena calidad depende también de la actitud auténtica del adulto. De su sincero y profundo interés por el bienestar del niño. Es importante que el niño sienta que toda su persona es importante”
¡Cuidemos la infancia!